Cecilia Montero
Directora del Centro de Investigaciones y Estudios Pedagógicos (CIEP)
ctmontero@hotmail.com
Anis Montero
Anis_montero@hotmail.com
Una de las principales metas de la educación, presente en todos los niveles de la escolaridad venezolana es el desarrollo de la creatividad, a razón de esto, el artículo 4 de la Ley Orgánica de Educación establece que “la educación como derecho humano y deber social fundamental orientada al desarrollo del potencial creativo de cada ser humano… constituye el eje central en la creación, transmisión y reproducción de las diversas manifestaciones y valores culturales, invenciones, expresiones, representaciones y características propias para apreciar, asumir y transformar la realidad.” (LOE, 2009). Ahora bien, ¿cómo es asumido, conducido, explicitado y evidenciado este propósito en nuestras escuelas? Si la creatividad, en palaras de S. Robinson (2006) es el proceso de tener ideas originales que tienen valor, habría que preguntarse ¿Cuán originales somos? ¿Es un valor personal o social? ¿O ambas cosas?, y ¿se manifiesta dónde? ¿En los ámbitos académicos? ¿En los contextos sociales? ¿En ambos? El presente trabajo pretende hacer una reflexión sobre lo que debemos hacer los docentes con nuestros niños en las escuelas y lo que realmente hacemos, pero además contrastarlo con las experiencias creativas e inventivas de la gente corriente, de laspersonas que viven en las comunidades donde residen nuestros alumnos, inventivas que muchas veces, reta el ejercicio mismo del docente en la originalidad de sus propuestas y estimula nuestra capacidad para enjuiciarnos y buscar formar no sólo el intelecto, sino el afecto, la sensibilidad, la espiritualidad, el goce, el disfrute y los talentos con los que se nace, pero tan poco percibidos en la escuela.
Palabras clave: creatividad, imaginación, talento, educación.
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